Como los senadores cajoneaban el proyecto, llamaron a los ciudadano a firmar. El movimiento sobrepasó todas las expectativas.Si bien muchas de las iniciativas populares quedan como meras intenciones, el ejemplo de la Ley de Bosques demuestra el poder político que tiene un millón de firmas. La norma había sido aprobada por Diputados, pero tenía resistencia en la Cámara de Senadores.
“Allí estaban los representantes de las provincias a favor del desmonte”, afirmó a Perfil.com Martín Prieto, Director político de Greenpeace. Para desarticular esa resistencia al proyecto, "decidimos convocar a los argentinos a que, siendo que los senadores no votaban, votasen ellos la ley”, aseguró.
A partir de entonces, comenzaron una campaña a través de internet y vía e-mail para juntar un millón de votos. “Salieron 1.400.000 y fue un proceso de expresión ciudadana”, que sobrepasó las expectativas, deslizó.
“Se generó una intimidación desde la opinión publica”, explicó. “La gente, además de votar, llevaba iniciativa, llamaba por teléfono y en un día llamaban 1.500 a un mismo despacho para pedir una explicación”.
“Fue una experiencia desconocida, que llamen sus propios votantes para saber porqué hacen o no determinada iniciativa”, agregó Prieto, para quien “la presión presupuso una voluntad que los políticos no podían entender”.
En síntesis, “se virilizó el reclamo”, admitió. “Había una confluencia de ciudadanía, fue una señal política y tuvo un impacto legal”, opinó.
“Allí estaban los representantes de las provincias a favor del desmonte”, afirmó a Perfil.com Martín Prieto, Director político de Greenpeace. Para desarticular esa resistencia al proyecto, "decidimos convocar a los argentinos a que, siendo que los senadores no votaban, votasen ellos la ley”, aseguró.
A partir de entonces, comenzaron una campaña a través de internet y vía e-mail para juntar un millón de votos. “Salieron 1.400.000 y fue un proceso de expresión ciudadana”, que sobrepasó las expectativas, deslizó.
“Se generó una intimidación desde la opinión publica”, explicó. “La gente, además de votar, llevaba iniciativa, llamaba por teléfono y en un día llamaban 1.500 a un mismo despacho para pedir una explicación”.
“Fue una experiencia desconocida, que llamen sus propios votantes para saber porqué hacen o no determinada iniciativa”, agregó Prieto, para quien “la presión presupuso una voluntad que los políticos no podían entender”.
En síntesis, “se virilizó el reclamo”, admitió. “Había una confluencia de ciudadanía, fue una señal política y tuvo un impacto legal”, opinó.
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